HAZAÑA DEL LATINONOAMERICANO
Por Héctor León
Antesala
El triunfo de una victoria no anunciada: Juan Martín del Potro, derrotó al rey. Primer Latino en al era abierta que obtiene el US Open.
El peloteo y el grito, la voz del estadio puntual, 32 jugadores hombres y mujeres en pos de la corona de Manhattan, allá en Queen´s, en el Arthur Ashe Stadium. Dos semanas a 12 horas diarias de transmisión, cómodamente, todo el día. La música del tenis, de María Sharapova con sus tramposos aulliditos haciendo chirriar a los escépticos y puristas del tenis.
Todos llegaban a dar su mejor partido, el de su vida, aquellos que arriban por vez primera a intentar dar el campanazo en la primera ronda, dispuestos a figurar a cercarse al menos a cuartos de final. Y los primeros 15 del ranking mundial a disputarle la final a Federer, Murray, Djokovic o Nadal. No hay sorpresas, la lógica de las estadísticas se impone tan diáfana como una gota de aceite en el agua.
Sin embargo, las hay, a eso se apuesta, a que los tropezones escriban la tragedia novelada del Gran Salam del US Open. La gran sorpresa fue la eliminación de Serena Williams, por descalificación, por grosera. La segunda, fue el ascenso de una tenista retirada la alemana Clijters, que se tomó dos años para ser mamá. Ganadora del US Open 2005, regresó para hacer una novela de cenicienta, ganando el torneo a la danesa de 19 años, Wosniacki, número 9 de la ATP.
Hay que llegar con físico y buen tenis, cualquiera que falte, es contra las reglas del buen ganar. La duda al golpear regularmente lleva a perder el game. Para los están subiendo, los jugadores en proceso, encontrarse con un líder, es como enfrentarse a una pared o varios jugadores, rezan por ganar unos games, no quedar en ceros.
Y así se mueren en la raya, y algunos, hacen la hazaña. La psicología del juego es muy compleja, defender y agredir, ¿cuándo? o ¿cómo?
Su majestad Roger Federer pasó sobre Robredo caminando, sobre Soderling, reditando la final del Roland Garros, con algo de dificultad, más por hartazgo que por el buen tenis de quien tiene la histórica marca de haber perdido 12 partidas al hilo contra Federer. Y, después, en semifinales, sobre uno de sus rivales acostumbrados Djokovic: un jugador alegre que nada tuvo que hacer ante el monarca que le dicto un tres veces 6-2.
Juan Martín Del Potro pasó sobre Ferrero, Cilic, y le dio una lección de tenis a un Rafael Nadal lastimado (que hizo mucho en este torneo), y llegando en su mejor momento y al partido de su vida ante Federer: arañando su primer Gran Slam.
Este émulo del gran Guillermo Vilas (esa gran pirámide del tenis argentino) ponía su nombre en alto, pues desde 1977, no figuraba ningún latino en una final del US Open. Ahora, en el marco del homenaje que le rindió la organización al latino Pancho Rosales --que hace 60 años ganó este torneo--, llegaba otro latino: Del Potro a su primera final.
La gran final
Jugar ante Roger Federer es un jugar contra una pared. Todos los jugadores lo saben, una pared que retorna a las esquinas a 200 km/h, que nunca deja suelta una pelota y que los tiros errados, prácticamente, no los conoce. A minutos de la majestuosa apertura con alfombra roja. Federer empezaba con una obra de arte en la raqueta para poner un 3-0, a un Del Potro obnubilado por los nervios y la sensación de no creer estar ante su majestad jugando la final.
Pero era el principio de la noche en Manhattan, estadio lleno y sin augurios de una lluvia que llevara la gran final a este lunes. La cancha dura, especialidad de ambos, es tan rápida que sólo los maestros pueden contener un peloteo arduo y certero, al final, el golpe cansado diagnostica error: esa es la clave del triunfo, gana quien la pasa más veces y acierta al perímetro. Federer lo sabe, Del potro, cuenta con su altura para meterla en momentos críticos.
Efectividad contra psicología triunfadora, la estadística de clavar los primeros servicios y de romper. Otra clave más, quien rompe el servicio del oponente se pone por delante. Lo que desean los aficionados de la era Federer, es que alguien discuta con buen tenis los argumentos ante el rey --quien va por su 16 Gran Slam y su sexto al hilo del US Open-- y, que el partido llegue a los cinco sets. ¿Pero quién se pone en los zapatos de un Del Potro que apenas va por su primera corona y ante la leyenda más grande que ha dado el deporte blanco?
Del surgimiento de los grandes está hecho este deporte. Todo empezaba con 4-2, para Federer. Del Potro, comenzaba a argumentar, antes del primer set point en contra. Un maestro de tenis vociferaba en la barra del Bar: ¡Esto no llegará muy lejos! Y caía un 6-3, para Federer.
La música es visual, cual danzantes sobre la cancha los jugadores hacen arte de su raqueta cual batuta que dibuja partituras. ¡No te derrotes antes!, gritan los pibes al chaval, que no atina a meter tiros ganadores. Federer ríe cuando hace una pirueta pasando la raqueta por su espalda, ríe cuando acierta, pero serio, sin descuidar al contrincante, que también juega.
Respondía Del Potro con un Tiebreak, en el segundo set. Comprometido con su saque “la torre de Tandil” empezaba a soñar al ganar el segundo set, y con él los comentaristas de ESPN que jugaban su juego argentino. Pero caían junto con Del Potro en el tercer set, con berrinche de Federer, que le espeto al manager: “No me vengas a enseñar las putas reglas”, cuando Del Potro pidió un Challenger a destiempo.
La maquinaria suiza avanzaba puntualmente digital. Punto a punto. Con slides y drives certeros: fijos. Del Potro luchaba como guerrero en la pampa. El tiempo del tenis termina cuando el triunfo aparece a la par de los seguidos quiebres, break point; de los anhelados set point, el inevitable tiebrack, y del soñado: Match Point. No hay más. La corona después de un 6-3, 6-7, 6-4, 6-7 y 2-6. Ganó Del Potro.
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