23 de septiembre de 2013

Se presenta en Oaxaca el performer Emilio Águila, con su acto sobre “el signo abierto” de Mesoamérica




Oaxaca, 
 ExConvento de San Francisco. 

El próximo viernes a las 15.00 horas, y el sábado, a las 20.00 horas.



Cuando encontré a Émilio Águila en el Teatro Nudo, en la calle Palma,  en el  barrio de Malasaña, del Madrid bohemio aún tenía  el rostro pintado de color hueso, con puntos rojos: “Quetzalcóatl destinado a la muerte”, me dijo  explicando el por qué de su pintura corporal. Había terminado su performance Mexica Magyar y el público asistente y él mismo,  degustaban unos tequilas “Alacrán”, ofrecidos por esta marca que  apoyó  al performer mexicano en gira por Europa.

Ahora lo vuelvo a encontrar aquí, en Oaxaca, para sus dos presentaciones en el CEDART, situado en el ExConvento de San Francisco. El próximo viernes a las 15.00 horas, y el sábado, a las 20.00 horas.
-¿En qué otras partes te has presentado?
-He hecho presentaciones  en Budapest,  Galicia y , Ginebra,  Madrid y Sevilla. Esta es mi primera presentación pública en Oaxaca, sumamente importante para mí, dado que mi acción está fundada en la cultura de Mesoamérica.
En el resúmen de su acción, leemos:
“Mexica-Magyar son trece movimientos, número que en el calendario ceremonial náhuatl corresponde a un mes de los 20 que integran un periodo adivinatorio de 260 días. El performer penetra la dinámica corporal que sugieren algunas imágenes de los númenes de este códice y vindica al cuerpo como carne, finitud, deterioro, herida, muerte, sensualidad, dolor y fiesta. Emilio Águila se plantea la danza como investigación del laberinto donde, en la sucesión de intensidades o mediante el arte del fluír, se torna la oscuridad consciente. Teatro del cuerpo para contrarepresentar, a través de la transfiguración del danzante, el encuentro de dos culturas: la occidental y la mesoamericana, en las vibraciones místicas que se manifiestan en su música, cuya fusión permite vivir el choque y enlace de dos simbolismos en los que el hombre contemporáneo descubre su sacralidad”.
-¿No son muchas ideas en tan poco espacio?
-Sí, mi performance es altamente conceptual. Debemos considerar que para la cultura antigua de México las imágenes son signos y estos signos están en su legado pictórico y gráfico (los murales y los códices), escultórico y arquitectónico. Mi investigación ha consistido en estudiar las posturas de los cuerpos figurados y prepararme físicamente para poder desarrollar los tres cuerpos que nos constituyen: el material (los músculos, los nervios, la sangre, los huesos), la respiración y la mente. Mi acción aunque es una serie de apuntes precisos de acuerdo a una partitura coreográfica pues se trata de  una narración basada en el expresionismo visionario del arte antiguo,  participa plenamente del rito que es una escala que nos permite la danza.
-¿ Cómo considerarías el género escénico en que se plantea tu acción?
- Es, evidentemente, teatro del cuerpo, un arte que revivió  Artaud con su teatro de la crueldad,  donde el trance del actor es fundamental, el cuerpo visionario, diría   Lola Lince, la gran performer mexicana, a quien agradezco su orientación y la ejercitación para lograrlo, en  sus talleres de danza experimental. Con ella pude dar cauce a estas potencias. Tomé dos cursos, uno en Oaxaca y otro en su castillo de Guanajuato.  Considero que leer la imagen de la cultura antigua de México es participar en un signo abierto.
-¿Y por qué lo magyar?
-El origen de este performance está en Budapest, ciudad con la que tengo lazos afectivos muy fuertes. Allí, pude entender esta gran colisión de dos culturas a través de la música de Kodaly, Bela Bartok y Liszt. Este sería el horizonte más sofisticado de occidente, enraizado a su vez en mitos pero manifestación de la modernidad, expresión de la sensibilidad contemporánea. A su vez, tengo en gran estima la música de dos artistas mexicanos de mi generación, Jorge Reyes y Antonio Zepeda. Con ellos la cultura prehispánica ha encontrado una ventana impresionante para mostrarse en nuestro tiempo. No se trata de reconstrucciones étnicas, aunque en ciertos casos, muy pocos, siguiendo las notaciones recogidas por investigadores como Ángel María Garibay, se podrían experimentar, se pueden representar algunos cantos que es un proyecto que tengo. No, ellos han trabajado con su portentosa imaginación, en la línea precisamente del expresionismo visionario del arte antiguo (que descarta los elementos asociativos porque limitan y paralizan la imaginación). Estos dos autores, uno de ellos lamentablemente fallecido hace poco (Reyes), rescataron los instrumentos arqueológicos, aunque muchos  se han perdido y los han puesto a andar en combinaciones y estructuras muy libres, las fusiones audaces de Reyes con música sacra, por ejemplo y a la vez con poemas en lenguas indígenas nos dan este cuadro que yo trato de corporizar. Zepeda ha creado una obra magnífica en los sonidos percutivos, sus ollas de barro con agua, por ejemplo, nos muestran escalas realmente inéditas para el oído.
-¿Y qué puedes decir de la pintura corporal, significa algo?
-Significaba algo, por supuesto, por ejemplo, quien representaba a Tezcatlipoca su pierna izquierda estaba pintada de negro hasta el muslo; los servidores de los templos se pintaban todos de negro; cada color y forma tiene un sentido.  El rojo y el negro, en su combinación son los colores simbólicos de la madre de los dioses Tlazoltéotl. El amarillo es color de Toci, la abuela, diosa del maíz en tiempo de cosecha, flor amarilla. Pero también colores indican orientaciones espaciales, como amarillo y blanco, colores de oriente y de poniente, las direcciones cósmicas fundamentales de Mesoamerica.
-El acto está acompañado por una serie fotográfica llamada Ixhuina, Diosa del Amor Carnal. ¿Por qué?
-Mi trabajo consiste en desarrollar la imago náhuatl, concepto renovado por José Lezama Lima del original griego (imagen)  en distintas vertientes: la imagen fotográfica, la danza, la fusión de músicas y la adaptación de códices prehispánicos para la pantalla en digitalizaciones animadas. Hablo de una presentación tetradimensional de la imago náhuatl, definida como un orgasmo sostenido en la visión concebida como despliegue oracular: el presentimiento de lo que adviene como imagen cosechada en una siembra interior y anterior.
Finalmente Emilio Águila expresa:
-Agradezco al maestro Pedro Lemus, director del Cedart de Oaxaca por todo su apoyo para la presentación en el foro de la escuela, así como la noble y notable participación del iluminador Jorge Lemus, la asistencia artística de la joven bailarina Silvia Ocampo, maestra de la escuela y miembro de la Compañía Estatal de Danza Contemporánea, así como al eficaz editor de sonido Ivan García López. Las artes escénicas es lo más complejo que un artista pueda experimentar. Realmente es un trabajo de conjunto que debe funcionar como una metáfora.   

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