Oaxaca,
ExConvento de San Francisco.
El próximo viernes a las 15.00 horas, y el sábado, a las 20.00 horas.
Cuando encontré a Émilio Águila en el Teatro Nudo, en la
calle Palma, en el barrio de Malasaña, del Madrid bohemio aún
tenía el rostro pintado de color hueso,
con puntos rojos: “Quetzalcóatl destinado a la muerte”, me dijo explicando el por qué de su pintura corporal.
Había terminado su performance Mexica
Magyar y el público asistente y él mismo, degustaban unos tequilas “Alacrán”, ofrecidos
por esta marca que apoyó al performer mexicano en gira por Europa.
Ahora lo vuelvo a encontrar aquí, en Oaxaca, para sus dos
presentaciones en el CEDART, situado en el ExConvento de San Francisco. El
próximo viernes a las 15.00 horas, y el sábado, a las 20.00 horas.
-¿En qué otras partes te has presentado?
-He hecho presentaciones en Budapest, Galicia y , Ginebra, Madrid y Sevilla. Esta es mi primera
presentación pública en Oaxaca, sumamente importante para mí, dado que mi
acción está fundada en la cultura de Mesoamérica.
En el resúmen de su acción, leemos:
“Mexica-Magyar son trece movimientos, número que en el
calendario ceremonial náhuatl corresponde a un mes de los 20 que integran un
periodo adivinatorio de 260 días. El performer penetra la dinámica corporal que
sugieren algunas imágenes de los númenes de este códice y vindica al cuerpo
como carne, finitud, deterioro, herida, muerte, sensualidad, dolor y fiesta.
Emilio Águila se plantea la danza como investigación del laberinto donde, en la
sucesión de intensidades o mediante el arte del fluír, se torna la oscuridad
consciente. Teatro del cuerpo para contrarepresentar, a través de la
transfiguración del danzante, el encuentro de dos culturas: la occidental y la
mesoamericana, en las vibraciones místicas que se manifiestan en su música,
cuya fusión permite vivir el choque y enlace de dos simbolismos en los que el
hombre contemporáneo descubre su sacralidad”.
-¿No son muchas ideas en tan poco espacio?
-Sí, mi performance es altamente conceptual. Debemos
considerar que para la cultura antigua de México las imágenes son signos y
estos signos están en su legado pictórico y gráfico (los murales y los
códices), escultórico y arquitectónico. Mi investigación ha consistido en
estudiar las posturas de los cuerpos figurados y prepararme físicamente para
poder desarrollar los tres cuerpos que nos constituyen: el material (los
músculos, los nervios, la sangre, los huesos), la respiración y la mente. Mi
acción aunque es una serie de apuntes precisos de acuerdo a una partitura
coreográfica pues se trata de una
narración basada en el expresionismo visionario del arte antiguo, participa plenamente del rito que es una
escala que nos permite la danza.
-¿ Cómo considerarías el género escénico en que se plantea
tu acción?
- Es, evidentemente, teatro
del cuerpo, un arte que revivió Artaud con su teatro de la crueldad, donde
el trance del actor es fundamental, el cuerpo
visionario, diría Lola Lince, la gran performer mexicana, a
quien agradezco su orientación y la ejercitación para lograrlo, en sus talleres de danza experimental. Con ella pude dar cauce a estas potencias. Tomé
dos cursos, uno en Oaxaca y otro en su castillo de Guanajuato. Considero que leer la imagen de la cultura
antigua de México es participar en un signo abierto.
-¿Y por qué lo magyar?
-El origen de este performance está en Budapest, ciudad con
la que tengo lazos afectivos muy fuertes. Allí, pude entender esta gran colisión
de dos culturas a través de la música de Kodaly, Bela Bartok y Liszt. Este
sería el horizonte más sofisticado de occidente, enraizado a su vez en mitos
pero manifestación de la modernidad, expresión de la sensibilidad
contemporánea. A su vez, tengo en gran estima la música de dos artistas
mexicanos de mi generación, Jorge Reyes y Antonio Zepeda. Con ellos la cultura
prehispánica ha encontrado una ventana impresionante para mostrarse en nuestro
tiempo. No se trata de reconstrucciones étnicas, aunque en ciertos casos, muy
pocos, siguiendo las notaciones recogidas por investigadores como Ángel María
Garibay, se podrían experimentar, se pueden representar algunos cantos que es
un proyecto que tengo. No, ellos han trabajado con su portentosa imaginación,
en la línea precisamente del expresionismo visionario del arte antiguo (que
descarta los elementos asociativos porque limitan y paralizan la imaginación).
Estos dos autores, uno de ellos lamentablemente fallecido hace poco (Reyes),
rescataron los instrumentos arqueológicos, aunque muchos se han perdido y los han puesto a andar en
combinaciones y estructuras muy libres, las fusiones audaces de Reyes con
música sacra, por ejemplo y a la vez con poemas en lenguas indígenas nos dan
este cuadro que yo trato de corporizar. Zepeda ha creado una obra magnífica en
los sonidos percutivos, sus ollas de barro con agua, por ejemplo, nos muestran
escalas realmente inéditas para el oído.
-¿Y qué puedes decir de la pintura corporal, significa algo?
-Significaba algo, por supuesto, por ejemplo, quien
representaba a Tezcatlipoca su pierna izquierda estaba pintada de negro hasta
el muslo; los servidores de los templos se pintaban todos de negro; cada color
y forma tiene un sentido. El rojo y el
negro, en su combinación son los colores simbólicos de la madre de los dioses
Tlazoltéotl. El amarillo es color de Toci, la abuela, diosa del maíz en tiempo
de cosecha, flor amarilla. Pero también colores indican orientaciones
espaciales, como amarillo y blanco, colores de oriente y de poniente, las
direcciones cósmicas fundamentales de Mesoamerica.
-El acto está acompañado por una serie fotográfica llamada
Ixhuina, Diosa del Amor Carnal. ¿Por qué?
-Mi trabajo consiste en desarrollar la imago náhuatl,
concepto renovado por José Lezama Lima del original griego (imagen) en distintas vertientes: la imagen
fotográfica, la danza, la fusión de músicas y la adaptación de códices
prehispánicos para la pantalla en digitalizaciones animadas. Hablo de una
presentación tetradimensional de la imago náhuatl, definida como un orgasmo
sostenido en la visión concebida como despliegue oracular: el presentimiento de
lo que adviene como imagen cosechada en una siembra interior y anterior.
Finalmente Emilio Águila expresa:
-Agradezco al maestro Pedro Lemus, director del Cedart de
Oaxaca por todo su apoyo para la presentación en el foro de la escuela, así
como la noble y notable participación del iluminador Jorge Lemus, la asistencia
artística de la joven bailarina Silvia Ocampo, maestra de la escuela y miembro
de la Compañía Estatal de Danza Contemporánea, así como al eficaz editor de
sonido Ivan García López. Las artes escénicas es lo más complejo que un artista
pueda experimentar. Realmente es un trabajo de conjunto que debe funcionar como
una metáfora.
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