12 de julio de 2010

¡Agua mi niño!: ganó España y la paella y la fabada

La orgía de los sabores



La Villa Sarria, histórica cantina
¡Agua mi niño!: ganó España y la paella y la fabada
Por Héctor León

La Cantina La Villa de Sarria es una de las más antiguas de la colonia Roma, se ubica en Monterrey No. 254 Esq. Campeche, frente al Mercado de Medellín. Tal vez la cantina más noble del género, siempre hay botana cantinera, un amigo con quien platicar y, si no, están los cantineros que cual sacerdotes atienden desde el diván del psicoanalista borracho: ahí están Juanito, Erick, El tío Pepe, Alex, el Puma y su dueño Martín.

 
Ante la dificultad de los horarios del Mundial de Sudáfrica la cantina armó sus desayunos cantineros: tacos de papa, pescado, haba, verdolagas, salchichas con calabacitas y, para la tardecita, fabada picosa, paella, carne tártara, caracoles al adobo, sopa de habas con sardinas, caldo tlalpeño y un sin fin de botana hecha al ardiente calor del mundial por sus bárbaros cocineros.

El legendario slogan ¡Agua mi niño! --que Alejandro Lora inmortalizara en canción--, surgió aquí, en los setentas. A cada trago el cantinero en turno la grita. Para los partidos del Mundial lo más selecto de su clientela --o sea escritores, periodistas, mercaderes, vagos, uno que otro empleado de banco, un poco de todo--, se han dado cita para degustar la tradición botanera exquisita, con sus salsas de habanero, o sea, crema de puro chile sólo para valientes.
Para el histórico partido de España contra Alemania de cuartos de final, llegó la plana mayor de los vagos españoles que viven en la colonia, con una suculenta botana dispuesta de paella a la Villa De Sarria, que fue hecha en plena calle de Monterrey (por que el local es muy pequeño) con paellera y hornilla, ante la expectación de los transeúntes que pudieron ver como salían y entraban los platillos por la ventanilla de la cantina y sus tradicionales puertas móviles.

La iglesia
La famosa cantina ha recibido a buena parte de las personalidades de la cultura de estos lares, los adictos al afán cantinero; entre los que se conoce a La Villa de Sarria como La Iglesia: “Vamos a La Iglesia y nos vemos en la Iglesia, con la familia”, se dice en corto entre los asiduos cuando se menta al iconoclasta antro de la buena bebida y mejor botana
Su cerveza de barril y sus bebidas preparadas son únicas, pues todas ellas vas de acuerdo al pulso tembloroso del cantinero que grita enardecido: ¡Agua mi niño!

 
Ante la perdida de cantinas tradicionales, la perdida de la tradicional botana y la perdida de aquellos cocineros que suelen traer la sazón de familia, La Villa de Sarria --en sus apenas siete por tres metros, su rockola con la mejor música de los tiempos que corren--, vive en el limbo entre un Distrito Federal que ya no existe y un barrio de México que se esfuerza por hacer perdurar los valores de la cantina tradicional: el centro de convivencia.

En su breve espacio, dispone de tres televisores donde siempre hay futbol, el verdadero opio de los bebedores. Su barra es un verdadero altar de triunfos y trofeos; cada comensal ha dejado algo en ese altar: una foto, un milagrito, un trofeo digno de la mejor derrota sufrida por la vida. Y tiene su virgen, una impactante pintura de una mujer vista en perspectiva totalmente desnuda, muy desnuda, demasiado bella y morena: una virgen real.
La Villa de Sarria es un monumento al México imaginario.
España vs. Alemania

 
“Asturias querida; olé olé olé; que el pulpo es un majo; que vamos por la copa; uno dos tres San Fermín: haznos el milagrito”, gritaban los parroquianos hermanados por la gloria anhelada; brincos y más brincos ante la impotencia de una Alemania que fue desfondada por el entusiasmo de una escuadra con cojones.
¡Que viva la fabada picosa y la paella con habanero!. Pues en este rincón mexicano se celebró en grande y todos apretujados, derramando la cerveza al comensal, comiendo del plato del amigo, llorando con el habanero brutal y, todos, en el grito gutural mundialero en espera de la histórica cita con la final, si señor: ¡Agua mi niño!







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